24.4.14

El futuro de la Orden pasa por "lo inter"

(Recupero aquí la 2ª entrada de este blog -publicada el 8 de junio de 2012- por la actualidad que ha vuelto a tener la unificación del Carmelo Teresiano en la Península Ibérica -España y Portugal-, a raíz de la celebración en curso de los Capítulos Provinciales OCD en esta parte del mundo...)
(Para completar, véase: Espiritualidad de la reestructuración).
 
 


El futuro de la Orden pasa por “lo inter”
Argumentación ibérica para la unificación


Se anunció que en abril de 2010 se reunían todos los superiores provinciales carmelitas descalzos de la Península Ibérica —esto no es nuevo—, acompañados por sus respectivos consejeros provinciales —esto es novedad—, para tratar un tema tabú: la reestructuración de las provincias del Carmelo Teresiano en España y Portugal; lo que otros llaman “la unificación de las provincias”. Hermanos provinciales y consejeros: ánimo con la tarea de la unificación. Hay varios argumentos que pueden esgrimirse para ello; se me ocurren tres.
 
Argumento histórico
En el principio del Carmelo Teresiano todos eran uno, una sola cosa, una sola provincia religiosa. Y no pasaba nada. Bueno, sí que pasaban cosas, claro, como que el catalán Juan de Jesús (Roca) quiso irse con los genoveses antes que con los españoles y le punieron por ello; pero es que había que entender que, en lo social, Castilla mandaba por entonces y los ojos expansivos del reino de Castilla estaban en América; cuando los ojos expansivos de la Corona (Aragón, Valencia y Cataluña) estaban puestos en el Mediterráneo. (Esta idea es de Ganivet.) Pasaban muchas cosas siendo una sola provincia (algo obvio); luego se dividió. ¿Por qué? ¿Porque comenzaban a ser muchos? (=argumento numérico). Puede ser. En definitiva, pensaron que sería mejor; parece que así fue. Pero entendamos lo siguiente: en 2010 mantenemos todavía la división de las provincias que se hizo hacia 1610 (con reinstauración decimonónica incluida). Esto no es actualización. De ahí que hablemos aún de Provincia de Aragón y Valencia, recordando los antiguos reinos de Aragón y de Valencia. Estamos un poco desfasados. Otro caso: la erección en 1927 de la Provincia Burgense fue realmente dramática, entre otras cosas, porque rompía el virtual equilibrio histórico (así lo interpretaron algunos). O el hecho de fundar un convento en territorio de otra provincia religiosa: eso ha traído muchos palos, hasta el día de hoy. Una posible conclusión: la tradición (que, en sí, es cosa buena) se vuelve inservible cuando complica la vida, en vez de facilitarla. Mejor será dejar consignadas esas tradiciones en los libros de historia para que se conozcan; y, por lo demás, facilitar la vida. Cuatro siglos son suficientes.

Argumento lógico-estratégico
En el ámbito empresarial la palabra “estrategia” (que es esencial) se entiende muy bien; aún más con el adjetivo “comercial”. El Carmelo Teresiano no es una empresa, pero tiene empresas o bien actividad empresarial: hospederías y casas de espiritualidad; bienes inmuebles en alquiler; institutos y colegios (presenciales y a distancia); seminarios y facultades; centros de publicaciones y medios de comunicación. Dejemos lo empresarial y entremos en el voluntariado: ONGD, asociaciones, federaciones, grupos diversos de voluntarios (periódicos, estacionales o circunstanciales). Y si entramos en el ámbito jurisdiccional diocesano, hallamos parroquias (propias y ajenas), grupos diocesanos, capellanías, capillas y formación diocesana.
 
Esto puede servir como descripción somera de la realidad carmelitana en donde “lo estratégico” ha de funcionar por necesidad. Porque toda actividad empresarial, toda actividad voluntaria, toda actividad diocesana o no, ha de sustentarse mínimamente en una estrategia: porque hay flujo de dinero, de personas, de ideas y la imagen y fama de una o más instituciones. Por todas estas causas, hace falta una estrategia en cada una de esas actividades. Esto queda claro. Ahora bien, hay muchas estrategias, de muchos colores y sabores. Unas dejan mejor sabor de boca que otras. Hay obras estupendas y obras en las que el constructor se lleva más de la cuenta y desaparece; hay proyectos estupendos que se materializan con éxito y otros que se evaporan o se paralizan, nadie sabe por qué; hay ideas que finalmente crean una realidad con futuro y otras que, según salen de labios del que las expresa, desaparecen inmediatamente y se las lleva el viento; hay grupos de personas que nacen, crecen, se reproducen y siguen viviendo porque se renuevan y hay otros que nacen, crecen, no se reproducen, se comen a sí mismos y, evidentemente, mueren. Etcétera. Se trata de optar por las estrategias que dejen buen sabor de boca. ¿Qué estrategia tomar? Cualquiera, pero que sea lógica. Ahora viene el argumento lógico (basándonos, por ejemplo, en el punto de vista numérico): si las estructuras o actividades previas, que hemos mantenido, pongamos unos cien años, han sido ideadas en función de un número concreto de personas (120) y ese número, al cabo del siglo, se ha modificado a la baja quedándose en la mitad (60): ¿no es lógico que se modifiquen también las actividades y las estructuras que las sustentaban, llevadas adelante por el doble de personas? Lo es, pero a algunos no se lo parece. Vayamos a convencer a éstos últimos con un último argumento.

Argumento teológico
Tengamos en cuenta los anteriores argumentos: la perspectiva histórica y la estratégica. Pero escuchemos la voz de la experiencia: la voz de la Iglesia reunida en Concilio, el Vaticano II. Allí se habló de “los signos de los tiempos”, haciendo referencia al Evangelio. Y al mandato de Jesús de que sepamos discernir entre los que son verdaderos signos de los tiempos y los falsos anuncios (idílicos o apocalípticos). Uno de esos signos, que marcó el último Concilio, era la renovación: abandonar lo superficial y optar por lo esencial. Esta idea se retoma en el documento del Capítulo General de 2003: Volver a lo esencial, del que aún bebe toda la Orden. Y lo esencial, por ejemplo, es la comunión; la unidad (no uniformidad); el respeto y las buenas maneras (ver, si no, los Dictámenes del espíritu, escritos por Eliseo de los Mártires a partir del magisterio oral de san Juan de la Cruz). Eso son cosas esenciales. O si lo dijéramos en clave teresiana: “Hermanas, lo esencial son las virtudes; dejaos de devociones a bobas”.
 
Una de las virtudes más necesarias desde el siglo XX es el diálogo; lo dijo el papa León XIII, con la doctrina social de la Iglesia; lo hizo el nuncio Pacelli (Pío XII), al conseguir un concordato alemán único en el mundo; lo dijo y lo hizo Juan XXIII en toda su vida; lo dijo Pablo VI en su encíclica sobre el diálogo; lo dijo Juan Pablo I en sus pocos discursos; lo hizo Juan Pablo II entre las naciones (muro de Berlín, Cuba) y entre las religiones (encuentro de Asís); lo sigue haciendo, con toda normalidad, Benedicto XVI: hacia dentro y hacia fuera de la Iglesia. Así que necesitamos dialogar entre las provincias religiosas para buscar lo esencial, la unidad, aquélla de la que nacimos todos (en el siglo XVI); desde los orígenes nos fuimos diversificando y luego quizá alejando, hasta que nos separamos y los límites provinciales han servido de excusa para muchas cosas; algunas, bien deleznables. No hay que temer esto, es nuestra historia y cuanto más y mejor la conozcamos, tal vez, menos caeremos en los mismos errores pasados. Hay que avanzar el futuro; y el futuro está en “lo inter”: internacional, interregional, interprovincial. La globalización ya llegó; podemos hacer del fenómeno globalizador un “locus theologicus”, un lugar desde donde escribir la historia de salvación, ésa misma que Dios tiene guardada para todos los hombres. Dependerá de nuestra capacidad de acción y de reacción para que sepamos transformar el tiempo que nos toca vivir en “tiempo de salvación”; o dicho de otro modo: podemos dejar pasar el tiempo (cronos) o bien vivir el “tiempo de Dios” (kairós). Evidentemente, esto último es más esperanzador.
 
Ya se reunieron los superiores provinciales y sus consejeros respectivos; toda una audacia, ciertamente. Si miramos a los que nos llevan la delantera en la Iglesia (jesuitas y franciscanos, por ejemplo), vamos con retraso; si vemos los que aún están dirimiendo cuestiones sibilinas, vamos con mucho adelanto. Miremos a los más perfectos; hagamos que el futuro (mañana) sea ya, para nosotros, un “hoy” incentivador, ilusionador y esperanzador.
 
Nadie tiene que convencerme de la importancia de “lo inter”. Ése es el futuro de la Orden.

 
Anexo. Hay muchos más argumentos posibles: unos en contra y seguramente otros tantos a favor. Digamos uno que sirve para ambos casos: los problemas particulares (locales, provinciales) se globalizan y pasan a ser problemas de todos (en vez de problemas de unos pocos). Bien, eso es cierto. Hasta ahí hemos visto el vaso medio vacío; veámoslo medio lleno. Los dones naturales y sobrenaturales particulares (personales, locales, provinciales) se globalizan y pasan a ser dones naturales y sobrenaturales de todos. Así se enriquece la Orden en la Península Ibérica; se empobrece —pero también crece al enfrentarse a ellos— con los problemas y se enriquece —puesto que las alegrías, si son compartidas, se ven multiplicadas; mientras que las penas, si son compartidas, se ven divididas y más fácilmente llevables— con las gracias y mercedes que recibió por naturaleza y aquéllas que va recibiendo del Señor. Así la Península podrá cantar y contar con gozo eternamente, con la Santa, las misericordias del Señor.
 
fray Ignacio de la Palabra, ocd
28.06.2010

18.4.14

He dormido esta noche contigo... (oración)


He dormido esta noche contigo
porque quería velarte en la desesperación,
en la bajada a la muerte.
Pero la carne es débil…
y yo dormía mientras Tú luchabas.  



He venido esta mañana aquí
para estar contigo,
al lado de tu cruz.
Y aunque no estás en presencia
te acompaño en esencia,
en alma por el Padre unidos
en corazón de un amor divino.


María está conmigo
aunque no lo sepa es ella quien me acompaña en lo oculto,
en lo pequeño es quien me lleva a ti. 
 
 
 
 
 
 
Pascua ’93 *
10.04.1993
Monte del Bartolo.

* (oración compuesta del Viernes Santo al Sábado Santo)

Una mención teresiana por el P. Faber

El padre Faber (P. Federico Guillermo Faber: 1814-1863), converso del anglicanismo al catolicismo, tras la conversión del cardenal Newman (hoy beato Juan Enrique Newman), y luego devenido sacerdote del Oratorio de S. Felipe Neri (oratoriano): congregación a la cual animó mucho a adherirse Newman con su ejemplo...
El P. Faber tiene una obrita titulada Los intereses de Jesús, escrita a mediados del siglo XIX, múltiples veces editada, traducida, compendiada y publicitada. En una de las recientes ediciones manejables del Apostolado Mariano (en Sevilla, España), de 1995, con apenas 80 páginas, he hallado una mención a santa Teresa de Jesús, la grande, la de Ávila (1515-1582), en el siguiente lugar:

· Veamos el esquema o la estructura de la obra:
     Introducción (pp. 3-4), por Andrés Codesal.
     Primera parte: Los intereses de Jesús (pp. 5-45).
     Segunda parte: Simpatía con Jesús (pp. 46-75). 
     Índice (pp. 77-78).

· La 2ª Parte, Simpatía con Jesús, consta de las siguientes secciones:
     Sección I - La simpatía con Jesús, señal de santidad (pp. 46-57).
     Sección II - Los tres instintos de los santos (p. 58).
     1º Celo por la gloria de Dios (pp. 58-60).
     Sección III - 2º Susceptibilidad de los intereses de Jesús (pp. 61-65).
     Sección IV - 3º Solicitud y salvación de las almas (pp. 66-75). 

En la última sección, la 4ª, dentro de la explicación del tercero de los "instintos de los santos", y hablando ya de la «solicitud y salvación de las almas», menciona a la Santa. Hay que notar que el tema "salvación de las almas" o, como ella dice en sus obras, "el celo por las almas", es un tema central en su pensamiento, en su experiencia mística y en su carisma eclesial: funda a las carmelitas descalzas para que "peleen" místicamente por el reino de Dios; y funda a los carmelitas descalzos para que lleguen allí donde las monjas no podrán llegar, y lleven al mundo la noticia salvadora de la misericordia infinita de Dios...

Pues bien, el P. Faber, al comenzar a explicar esa solicitud y salvación de las almas, «tercero y último instinto de los Santos, que nos pone en simpatía con Jesús» (p. 66), apunta: «Jesús vino al mundo a salvar almas; derramó por ellas su Preciosa Sangre y por ellas murió; prosperan sus intereses a proporción que las almas se salvan, y se menoscaban a medida que se condenan» (pp. 66-67).

Continúa, el autor, notando cómo tan fácilmente se condenan las almas, y trae a colación la visión del infierno que tuvo santa Teresa de Jesús, y por ello exclama en un párrafo:


«¡Y Santa Teresa vio, no obstante, en espíritu, que se agolpaban las almas diariamente, en confuso tropel, a las puertas del infierno, como los montones de hojas secas que forma el viento de otoño!».

(P. Faber, Los intereses de Jesús, II parte, sección 4, instinto 3º)


Es la única mención de la Santa que Faber hace en esta obrita. Menciona a otros pocos santos (dos veces, como mucho, a S. Vicente de Paúl); entre los santos mencionados, pues, está Teresa de Jesús, de quien celebramos el 400 Aniversario de la Beatificación (1614-2014). Por ella y en su memoria, traigo a colación esta mención cazada al vuelo.



Fuentes internáuticas: foto primera, aquí, con biografía en inglés de Faber; portada del libro, aquí, donde se puede adquirir el libro por internet; última foto con cita, aquí (con más citas en inglés).